Las hojas están agrupadas en el suelo,
los libros, reposan
hasta que les llegue el turno (de ser leídos)
en esos ratos de luz en la tarde,
en el limpísimo salón cubierto de plantas,
tantas como rincones tiene mi casa,
y así, sentir la humedad de los prados,
mientras el tiempo me atrapa en el mimar
y cuidar de algo.
Todas las persianas están subidas para ver el aire,
las horas, la lluvia, la luna,
me lleno en suaves momentos de paz
y, he aprendido,
a estar simplemente conmigo.
Todos estos ratos te los estás perdiendo
y me los voy ganando
hasta descubrir
que pocas veces te echo de menos.
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