No hizo falta que llegaran los años
no hizo falta romper el amor,
torcer un trabajo
arruinar una casa
vaciar el corazón;
no hizo falta lavar las heridas
para bendecir su cura.
No hizo falta reinventarse hasta morir.
Bastaron mis propias palabras
gritando
«¿cuál es el sentido de la vida?»
insoportablemente
todas las noches.
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